La llegada de la luz
Ciclos en el alma
Los ciclos de la naturaleza son los ciclos del alma. Cuerpo y tierra mantienen una relación tanto simbólica como orgánica, y ambos están íntimamente ligados a la dimensión espiritual de la materia, el alma.
El solsticio de invierno en el hemisferio norte va ligado a la Navidad pues es el momento en que se invierten las energías, el sol termina su descenso llegando al punto más bajo de la eclíptica, (el más alto para el hemisferio sur) en el que su posición es perpendicular al trópico de Capricornio. En este punto parece detenerse antes de comenzar su ascenso hacia el ecuador celeste.
Aunque en el norte comienza el invierno, la época más fría del año, también comienza un nuevo ciclo luminoso, como si el sol volviese a nacer.
Los comienzos tienen un impacto en nuestro cuerpo-alma y en nuestra mente simbólica, y podemos aprovechar el momento en nuestro favor. No es casualidad que los solsticios estén impregnados de rituales en todas las culturas. El ritual es una forma de traer a la conciencia el movimiento que se da simultáneamente en el afuera y en el adentro.
Y como todo comienzo implica un final también es un momento de despedida. Durante tres días el sol parece detenerse en su ciclo antes de arrancar de nuevo. Desde la antigüedad esta pausa se percibió como un momento de tránsito importante que se simbolizó de muchas formas a lo largo de las culturas.
En occidente celebramos la Navidad justo tres días después del solsticio, que etimológicamente significa “la pausa del Sol”, el día 24. Este día el Sol parece volver a la vida de nuevo.
Los primeros 24 días de Diciembre son de Adviento, que significa “llegada”. Los días de Adviento nos preparan para el tránsito estacional, si tomamos conciencia tanto del significado religioso de la Navidad, como de lo que implica a nivel personal este inicio.
Venimos de los días con más horas de oscuridad del año, un tiempo que nos ha invitado a ir hacia dentro, a ponernos introspectivas.
Este movimiento hacia adentro es un movimiento de autoconciencia y sirve para recapitular todo lo aprendido en el año. Nos damos cuenta de las tendencias de pensamiento y conducta que quedaron obsoletas, que ya no nos ayudan aunque puede que tuviesen una función positiva en el pasado.
Cambiar conductas y tendencias es una labor dura a veces, porque suelen formar parte de nuestra personalidad, y por lo tanto nos han acompañado durante muchísimo tiempo, incluso desde la infancia. Los cambios profundos no suelen estar exentos de dolor.
En consulta, suelo enfocar este tipo de proceso como un “rito de paso”. Procuro que la persona consultante, lo viva como un desafío cuyo resultado es incierto, pero que implica evolución y crecimiento.
Se puede experimentar como una pérdida de la inocencia, un “crecer” simbólico. Es madurar, dejar de experimentar determinados aspectos de la vida como una criatura impotente y dependiente, para pasar a asumir la responsabilidad como corresponde a la persona adulta.
La adulta es la que se tiene a sí misma, la que atraviesa el dolor del juicio y la incomprensión por parte de los demás, manteniendo el foco en su coherencia interna. La adulta sigue adelante, y si no se distrae demasiado en el proceso, tentada a buscar la vieja seguridad conocida, acaba renaciendo, como el sol cada invierno.
Al principio tu luz será débil, y durante lo más crudo del invierno deberá permanecer a buen recaudo, al igual que, según nos llega de la tradición Cristiana, permaneció el niño Dios un tiempo, oculto en Egipto.
Curiosamente algunos afirman que el significado etimológico de Egipto es “Tierra Negra”, lo que evoca una vez más al ciclo de la naturaleza, al periodo de latencia en el que la tierra oculta la nueva vida en sus profundidades, durante el invierno, esperando el momento propicio para brotar de nuevo.
Esta cadena de asociaciones simbólicas adquiere significado espiritual y psicológico en la propia experiencia, si aprovechamos esta inversión de las energías, este final y este comienzo para entrar en actitud introspectiva, y abrirnos a nuevos entendimientos. Esto es nacer a un nuevo ciclo de evolución personal.
Deseo de todo corazón que estas palabras inspiren y guíen tu foco de atención hacia lo que sientes, hacia lo que se ha estado moviendo dentro de ti como una nueva vida, que necesita espacio para expresarse. Hacer espacio es limpiarte del pensamiento superfluo, de creencias que distorsionan tu verdad y de impulsos de autoprotección que traen más problemas que beneficios. “Des-identifícate”, deja morir esas partes de ti para llenarte de nueva vida.
¡Feliz Navidad!
Conchi Marín Lara