Solsticio, San Juan y la magia de la conciencia
Ciclos en el alma
Hay una antigua tradición en mi tierra relacionada con el solsticio de verano. La noche del 23 de Junio, noche de San Juan, se realizaban en toda la península rituales de agua y fuego. Según la tradición no había que acostarse hasta la salida del sol al día siguiente.
Es una noche mágica de hadas y gente menuda de los que conviene protegerse, encendiendo hogueras alrededor de la casa. Esta magia podía utilizarse para sanarse y purificarse quemando hierbas, saltando la hoguera, sumergiéndose en el mar, empapándose con el rocío, o recogiendo agua de manantial a media noche. En su libro, “la rueda de Izpania”, Marianna García Legar cuenta con muchos detalles lo relativo a esta festividad que aún hoy se celebra abundantemente.
Agua y fuego pues aún se necesita sol y agua para madurar los frutos que no están listos para recogerse. Los rituales precristianos solían buscar asegurar el sustento a la vez que agradecer y celebrar los dones de la Tierra.
En mi trabajo, ciclos en el alma, señalo la conexión entre los ciclos de la naturaleza marcados por el sol, la luna y las estaciones y los ciclos de la-naturaleza-que-somos. El solsticio es el momento álgido de la luz, una vez que pasa, la cantidad de horas diurnas va disminuyendo imperceptiblemente cada día.
En los seres humanos la luz representa la conciencia, la capacidad de darnos cuenta de lo que necesitamos, de nuestros recursos y nuestros potenciales. También de lo que nos limita. Psíquicamente el solsticio proporciona un umbral, una puerta a un nuevo entendimiento y una oportunidad para cambiar la forma de sentir, de actuar, de tratarse una misma o de relacionarse con los demás.
Podemos aprovechar para cambiar el foco, arrojar luz sobre lo valioso que hay en nosotras y nuestras circunstancias, en lugar de focalizarnos en lo errado, lo que “no debería”.
Casi a diario en consulta animo a mis pacientes a detener la lucha consigo mismos. La mitad del problema se resuelve aceptando. En lugar de maldecir una tendencia dañina y recriminarnos por haber sucumbido a ella, aprender a respetar que esa tendencia está ahí, que tiene su utilidad y que remitirá en cuanto la persona esté lista, en cuanto haya desarrollado formas alternativas que suplan la vieja forma, en cuanto deje de culparse por no haberlo resuelto todavía.
Cambiamos cuando es el momento de cambiar, no podemos saber de antemano cuándo va a ser ese momento, sólo podemos confiar en que el proceso está en marcha y llegará un punto en que la vieja forma ya no tenga cabida, porque naturalmente nuestro ser se inclina a lo nuevo.
El cambio está dentro de nosotros porque somos naturaleza y la naturaleza es cambio. La luz de la conciencia ilumina nuestros procesos psíquicos más profundos: ¿Por qué hago lo que hago, para qué lo hago, qué tendría que ser diferente para que ya no fuera necesario hacerlo? Estas indagaciones nos llevan a comprender nuestras dinámicas conscientes e inconscientes, a arrojar luz donde antes había sombras o confusión.
Y aquí precisamente radica la magia. Iluminar lo que sucede es igual a ponerlo en movimiento, es iniciar un proceso de cambio. No hay que hacer mucho más, no hay que esforzarse de más, no hay que luchar, sólo iluminar.
Que el solsticio y la magia de San Juan iluminen tus procesos de cambio y los armonice para que sean suaves, placenteros, profundos y enriquezcan todas las áreas de tu vida.
¡Feliz verano!
Conchi Marín Lara