¿Cómo puede la terapia psicológica mejorar mis síntomas físicos?

Enfrentar un diagnóstico médico no es tarea fácil, saber que en lo sucesivo tendrás que lidiar con una afección crónica o de pronóstico incierto es una de las situaciones más difíciles a las que nos enfrentamos los seres humanos. En la mayoría de los casos nos coge insuficientemente equipados desde el punto de vista emocional.

Regulación emocional: Es necesario lidiar con intensas emociones al afrontar una enfermedad grave. Desde el momento del diagnóstico experimentamos una forma de duelo, con emociones desagradables que son normales, incluso deseables. Es importante comprender su utilidad y el hecho de que no vienen para quedarse, sino que es un proceso con sus fases y que se termina superando.

Resiliencia: Es la capacidad que tiene el ser humano de reponerse tras un gran dolor emocional o de superar las dificultades. Hay personas que de forma natural tienen bien desarrollada esta capacidad, pero no siempre es el caso. Una de las funciones de la terapia psicológica es cultivar fortalezas y lograr que la persona sea resiliente.

Manejo de la ansiedad: Se utilizan técnicas específicas para reducir la ansiedad en relación al proceso de enfermedad u otros aspectos de la vida. El pensamiento positivo, la capacidad de estar relajado, la sensación de paz interior, son determinantes para una buena regulación de las funciones fisiológicas e inmunológicas y por tanto favorecen la recuperación de los daños que son consecuencia de la enfermedad y de los tratamientos médicos.

Auto-cuidado: Ayudar a poner el foco en las conductas que promueven una mejora de los síntomas: seguir correctamente las prescripciones médicas, fomentar una actividad física adecuada al estado de salud y fomentar límites sanos que permitan ajustar las obligaciones diarias a su condición de enferma o enfermo. Para ello es necesario que las personas que nos rodean comprendan la importancia de estos ajustes y los apoyen. No siempre somos lo bastante asertivos a la hora de hacer valer nuestras necesidades de cara a los demás, la asertividad es algo que podemos entrenar y desarrollar.

Mejorar la autoestima: Un denominador común en muchas personas diagnosticadas es la merma de la autoestima. La enfermedad necesariamente nos limita en mayor o menor grado y es difícil volver a verse a uno mismo, una misma, como valiosa si tenemos que renunciar a ser tan eficientes como lo éramos antes de enfermar. A menudo nos identificamos sólo con lo que hacemos, con los roles que desempeñamos, sin embargo es importante aprender a valorarnos por lo que somos, más allá de esos roles.

Percepción de control: Una de las fases psico-emocionales por las que atravesamos en un proceso de enfermedad es la sensación de que no tenemos el control sobre lo que acontece. Esto puede llevarnos a la resignación, creer que nada de lo que hagamos va a influir en el resultado, y esto puede ser muy contraproducente. Por eso trabajamos en terapia este aspecto: siempre hay algo que podemos hacer para mejorar nuestra situación, sea la que sea. Recuperar el optimismo, la esperanza y una actitud proactiva se hacen imprescindibles. No tenemos la garantía de que esta actitud nos lleve a recuperar la salud, pero sí es seguro que va a aumentar nuestra calidad de vida a lo largo del proceso.